MISERICORDIA
La misericordia es la disposición a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenas. Se manifiesta en amabilidad, asistencia al necesitado, especialmente en el perdón y la reconciliación. En el cristianismo es uno de los principales atributos divinos. La misericordia es también un sentimiento de pena o compasión por los que sufren, que impulsa a ayudarles o aliviarles; en determinadas ocasiones, es la virtud que impulsa a ser benévolo en el juicio o castigo. Su etimología, del latín misere significa tener un corazón solidario con aquellos que tienen necesidad.
Según la Biblia, los que desean disfrutar de la
misericordia de Dios deben buscarle con una buena predisposición de corazón y
abandonando sus malos caminos y pensamientos perjudiciales
Otro factor imprescindible es que ellos mismos deben ser misericordiosos. Jesús dijo:
“Felices son los misericordiosos, puesto que a ellos se les mostrará
misericordia”
Esta misericordia se podía expresar por medio de una
contribución material. Pero para que Dios la considere de valor, debe haber un
buen motivo, no ser simplemente un ‘altruismo
interesado’. Por lo tanto, la verdadera misericordia debe
brotar del corazón.
Las obras de misericordia son
acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales
y espirituales Instruir, aconsejar, consolar, confortar,
son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir
con paciencia. Las obras
de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al
hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los
enfermos y a los presos, enterrar a los muertos Entre estas obras, la limosna hecha a los
pobres es uno de los
principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada
a Dios
FE
La fe (del latín fides) es la seguridad o confianza en
una persona, cosa, divinidasd, opinión, doctrinas o enseñanzas de una religión.
También puede definirse como la creencia que no está sustentada en pruebas,
además de la seguridad, producto en algún grado de una promesa.
La fe es una
gracia, un don de Dios; para dar respuesta a la fe es necesaria la gracia de
Dios que ayuda y se adelanta a las personas y mueve sus corazones para
dirigirlos a El. Sin embargo, creer es un acto auténticamente humano, que no es
contrario a la inteligencia ni a la libertad del hombre.
Ninguna persona está obligada a abrazar la fe católica en contra de su
voluntad. La persona, si se decide a creer debe responder a Dios
voluntariamente. El acto de fe es voluntario por propia naturaleza.
Cuando una persona se siente llamada por Dios a servirle, queda vinculada por
su conciencia, pero no coaccionada. El propio Jesucristo invitó a sus coetáneos
a la fe y a la conversión pero no forzó a nadie a seguirle.
Según la Iglesia Católica, para obtener la salvación es necesario creer en
Cristo y en Quien le envió ya que sin la fe no se puede agradar a Dios. De la
misma forma que la fe es un don gratuito que hace Dios a cada persona, al ser
voluntario el acto de fe, también puede perderse voluntariamente Si se tiene
fe, para perseverar en ella, según la Iglesia Católica, debe alimentarse con la
palabra de Dios y sostenida por la esperanza.
PERDÓN
El perdón
es la acción por la que una persona perdona a otro una acción considerada como ofensa,
renunciando eventualmente a vengarse, o reclamar un justo castigo, optando por no tener en cuenta la ofensa en el
futuro, de modo que las relaciones entre ofensor perdonado y ofendido
perdonante no queden afectadas o queden menos afectadas.
.
El perdón no debe confundirse con el olvido de la ofensa recibida. Tampoco perdona
quien no se siente ofendido por lo que otras personas considerarían una ofensa.
Tampoco perdona quien deja de sentirse ofendido tras las explicaciones del
presunto ofensor que hacen ver la inexistencia originaria de ofensa alguna. El
perdón es obviamente un beneficio para el perdonado, pero también sirve al
perdonante (que también está interesado en ver recompuestas total o
parcialmente sus relaciones con el ofensor y en ocasiones cumple al perdonar
una obligación moral o religiosa) y a la sociedad, pues contribuye a la paz y
cohesión sociales y evita venganzas, motivo por el que religiones y diversas
corrientes filosóficas lo recomiendan.
Aunque el ofendido es libre de perdonar o no, y el perdón es por tanto un
acto que no puede ser exigido, de hecho
aumentan para el ofensor las posibilidades de ser perdonado:
- cuando el ofensor explicita su pesar o arrepentimiento,
- cuando ha solicitado el perdón, sobre todo si se lo hace públicamente,
- cuanto menos grave fuera la ofensa,
- cuando se ha compensado al ofendido por el daño,
- cuanto más importante sea su relación con el ofensor,
- cuando el ofensor manifiesta su ánimo de enmienda,
- cuando el ofendido considera el acto de perdonar como una obligación
moral o religiosa.
ORACIÓN
“La
oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente
bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo”, dice el Catecismo. “La oración es
el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el
hombre tenga sed de Él”, señala San Agustín. Y santa Teresa, la santa
contemplativa, dijo que “no es otra sino tratar de amistad, estando muchas
veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”.
Con frecuencia hacemos oración o nos dirigimos a Dios
cuando tenemos un problema tan grave que no encontramos la manera de resolverlo
solos. También nos acordamos de Dios cuando queremos algo, en ocasiones muy
poco nos acordamos de Él para alabarlo por las maravillas que hace todos los
días. Es necesario poner a Dios primero en nuestra oración, porque Él nos lo da
todo y es infinitamente generoso. Si le damos las gracias al que nos ha servido
un café en un restaurante, ¿No tenemos acaso una obligación infinitamente más
grande con el Sumo Creador, que nos da vida, la luz del sol, el aire que respiramos
y que lo ha hecho sin tener ninguna obligación? Nuestra oración debe comenzar
por Él y no por nosotros.
Ahora bien, es perfectamente válido pedirle a Dios lo
que necesitamos, Jesucristo nos ha enseñado a hacerlo y a tenerle confianza y
solicitarle lo que nos hace falta: “Yo os digo: «Pedid y se os dará; buscad y
hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que
busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
Una buena idea es comenzar la oración a
Dios alabándole, glorificándole y dándole gracias por todo lo que nos da cada
día. En eso comenzamos a cumplir el primer Mandamiento, pero si de inmediato
nos ponemos a pedir cosas para nosotros, estamos dejando la caridad a un lado y
no estamos cumpliendo bien el mandamiento de “amar al prójimo como a uno
mismo”.
CONSUELO
Dios
nos consuela en toda nuestra
tribulación” Con estas palabras, la Biblia asegura que Dios
puede ayudarnos a todos y que, por terrible que sea una situación, nuestro
Padre celestial puede consolarnos.
Claro, hay algo que debemos hacer si
queremos que Dios nos consuele. Piense en esto: ¿cómo puede ayudarnos un médico
si no le pedimos una cita? Por eso, las Escrituras nos recomiendan:
“Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes”
Dios quiso que Jesús tuviera un papel
clave a la hora de dar consuelo. Entre otras cosas, Dios le asignó “vendar a
los quebrantados de corazón” y “consolar a todos los que están de duelo” Tal
como se había predicho, Jesús mostró especial interés por “todos los que están
cargados y agobiados”
Jesús consolaba a la gente con buenos
consejos, tratándola con amabilidad y, en algunos casos, hasta curando sus
enfermedades
Aunque el Hijo de Dios ya no está en
la Tierra, su Padre, “el Dios de todo consuelo”, sigue consolando a los que
sufren ¿Cómo lo hace? Veamos cuatro
formas principales.
· La
Biblia. “Todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron
escritas para nuestra instrucción, para que mediante nuestro aguante y mediante
el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza”
· El
espíritu santo El espíritu santo o fuerza activa de Dios
tiene muchísimo poder, y Dios puede emplearlo para consolar a cualquier persona
en cualquier situación.
· La
oración. La Biblia dice: “No se inquieten por cosa alguna”.
Y aconseja: “Dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que
supera a todo pensamiento guardará sus corazones
· La
hermandad cristiana. Otros cristianos pueden ser verdaderos
amigos a los que acudir en busca de consuelo. El apóstol Pablo describió a
sus compañeros como “un socorro fortalecedor” en momentos de “necesidad y
AYUDAR
Hay muchas maneras de ayudar a los demás. Un pequeño
gesto, como una sonrisa en el momento adecuado, un saludo conveniente o un
oportuno golpecito en la espalda.
Pequeños gestos como estos, que mejoran nuestro entorno… ¿qué
nos cuestan? Nada. A veces incluso los hacemos y ni nos damos cuenta.
Si pensamos un poco sobre las acciones que podemos realizar
cualquier día, esas menos evidentes pero que tienen grandes repercusiones,
no nos costará encontrar maneras de engordar la lista que sigue con pequeños actos, sencillos y
cotidianos, que pueden tener un gran impacto en las vidas de los demás:
Ser personas solidarias, preocupadas por el bienestar de otros
implica, en primer lugar, ser responsables de nuestros propios actos,
incluyendo lo que consumimos. Elegir consumir responsablemente puede ser un
muy buen modo de ayudar a los demás.
Si
dispones de algo más de tiempo, también puedes apuntarte a cualquiera de las
muchas opciones que tienes a tu alcance para participar en proyectos de
voluntariado,
ayudando a personas o contribuyendo a
difundir el mensaje de alguna de las organizaciones solidarias y ONG que
trabajan prestando ayuda a los demás.
Ayudar
a los demás es tan fácil, simple y sencillo como proponérselo. Como hemos visto
no entraña secretos ni requiere grandes esfuerzos, solo voluntad y ganas de vivir en un mundo, cada día,
un poco mejor
Jesús a lo largo de su vida ayudó a los
necesitados curando , consolando, perdonando y escuchando a los que se
acercaban a El y otras veces El se acercaba a los
pobres y sencillos y les ofrecía su cercanía y consuelo